“Se nos dificulta tomar consciencia
de que cada momento es pieza clave
del gran rompecabezas que es nuestra vida”.
Abel Pérez Rojas
Muchos consideran que la vida es lo que se va presentando al día con día, y sólo se pide a algo más grande que uno, que el mañana no esté marcado por alguna desgracia para que el día siguiente sea otro más, y así hasta que en la fecha menos pensada nos sorprenda la muerte.
Algunos dirán repetición del fatal destino.
Otros dirán que es la automatización del ser humano.
Lo cierto es que así se nos puede ir la vida como se les ha escapado entre las manos a muchos.
En ese ejercicio de “nuestra libertad” de cómo vivir y cómo morir, lo hacemos sin darnos cuenta… con cierto grado de ignorancia e inconsciencia de nuestra propia existencia.
Ignoramos el valor que cada momento tiene en el rompecabezas de la totalidad de nuestra vida. Ésta se derrocha como si se tratara de un recurso renovable. Esa dilapidación es lo que hace más grande nuestra inconsciencia.
Pienso todo esto mientras festejamos el octagésimo cuarto aniversario de vida de mi padre.
Mi padre, aquél hombre fuerte de antaño que durante mi infancia representó el rol de proveedor recio, y que hoy se encuentra postrado en una situación irreversible.
Recuerdo, en el movimiento caprichoso de las velas del pastel, a aquél hombre que jugó durante varios años pelota mixteca, un deporte muy parecido al frontón, consistente en golpear inmisericordemente, pero de forma inteligente, a una pelota de caucho macizo con un guante de dos o tres kilogramos de peso.
También recuerdo cómo sólo al paso de varias décadas, cuando estuvo un tiempo en una casa de descanso, la vida me permitió un acercamiento con él y el tiempo para poder dialogar en torno a lo que fue su vida y cómo veía la muerte en ese momento.
Me quedó claro que este hombre curtido en las rieles del ferrocarril no se dio tiempo de cavilar en cuestiones vertebrales como su origen, el propósito de la vida y las interrogantes de la muerte.
Al igual que mi padre, muchos eligen –si es que a eso se le llama elegir, porque con justa razón se puede aducir que no elige quien no sabe- no aquilatar conscientemente el valor de cada momento y sólo edificar en torno al impacto emocional que todos los aconteceres dejan en nuestro interior.
Mientras sigue el canto de Las Mañanitas, en honor a mi padre aquilato los momentos de diálogo que logré construir con él y las paces que establecimos uno y otro.
Me refrendo aprender de su ejemplo para vivir conscientemente la mayoría de mi vida y trato de explicarme en ese sentido el por qué su partida se ha prolongado.
Seguramente la vida hasta el último instante nos depara sorpresas ¿no lo cree usted?
Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es doctor en Educación Permanente. Dirige: Sabersinfin.com.