- Especialistas de la BUAP estudian la relación de un gen, la actividad física y la alimentación, con el riesgo de sufrir un paro cardiaco.
En un proyecto de investigación en pacientes con ateroesclerosis –obstrucción de grasa que disminuye el diámetro de las arterias-, especialistas del Centro de Detección Biomolecular de la BUAP encontraron que en la mayoría está presente la apolipoproteína E del tipo 4, una proteína que contiene y transporta lípidos en la sangre, mejor identificada como Apo E-4. Sin embargo, la salud no sólo depende de los genes; el ejercicio físico marca la diferencia.
Esta variación genética, una de las cuatro que se conocen de la apolipoproteína, está asociada con el riesgo cardiovascular, así lo demostró el estudio en dicho grupo inicial con pacientes atendidos por el cardiólogo Rubén Sánchez Pérez, de la Fundación Madonna di Guadalupe, que se encarga de promover la investigación y tratamientos sobre estos padecimientos.
“Con ellos nos dimos cuenta que el biomarcador Apo E del tipo 4 estaba presente en la mayoría de ellos”, informó Lilia Cedillo Ramírez, directora del Centro de Detección Biomolecular.
Por esa razón, bajo su dirección, los científicos de la BUAP desarrollaron proyectos encaminados a concientizar sobre el riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular, como la ateroesclerosis, a causa de dicha proteína: la Apo E-4.
La ateroesclerosis es el depósito de grasa en las arterias que ocasiona que su diámetro disminuya. En el caso de las arterias coronarias, que son las venas próximas al corazón, dicha reducción en su grosor, ya de por sí pequeño, impide que la sangre llegue a este órgano, situación que da origen a los infartos.
Para iniciar esta labor, “además de entender los llamados factores epigenéticos, pues esto va más allá de los genes, es necesario buscar qué hay en el entorno que favorezca la aparición de estos problemas”, precisó Cedillo Ramírez. En ese sentido compararon factores asociados al estilo de vida: la alimentación y la actividad física.
Estos bioindicadores fueron analizados en distintos tipos de muestras poblacionales: personas sedentarias, gente que se ejercita continuamente y grupos de edad. De entre estos, llaman la atención los estudios con dos grupos de universitarios, uno integrado por triatletas y el otro por estudiantes sedentarios.
Según lo reportado en 2011 por la Organización Mundial de la Salud, el 19 por ciento de las muertes prematuras anuales son a causa de enfermedades cardiovasculares. Este porcentaje equivale a casi 26 mil hombres y 16 mil mujeres por año.
“Lo que perseguimos es que la gente joven y que tiene este marcador de riesgo cardiovascular tome conciencia que es importante cambiar su estilo de vida por uno más sano”, comentó Lilia Cedillo. “Comenzamos a trabajar con estudiantes de la BUAP, porque están en la mejor edad para detectar este biomarcador y prevenir las enfermedades”.
Aunque ambos conjuntos son Apo E-4, los jóvenes que realizan deporte, según sus resultados, presentaron niveles de colesterol bajos, en contraste con los sedentarios. “Aunque ambos grupos compartían los mismos hábitos alimenticios, en este caso poco saludables, la actividad física fue suficiente para marcar la diferencia”, puntualizó.
¡Cómo chocan con su dieta y su ejercicio!
Sólo por debajo de la diabetes mellitus, las enfermedades cardiovasculares son las que más matan a los mexicanos. Constituyen la primera causa de muerte en el mundo. Además de los estragos mortales, también implican una carga económica importante para el sector salud, porque, al igual que la diabetes, son enfermedades costosas pues quienes las padecen requieren de tratamientos y medicamentos durante periodos largos.
Su aparición depende no sólo de una mala dieta y ejercicio, los llamados factores epigenéticos, aunque en función de los primeros, tienen en su información cierto grado de incidencia. El Apo E-4 es uno de estos genes, el cual, además de estar implicado en la ateroesclerosis, se le asocia con la enfermedad de Alzheimer y a un desarrollo cognitivo inadecuado.
Lilia Cedillo Ramírez, quien estudió la maestría y doctorado en Microbiología en el Instituto Politécnico Nacional, destacó que por esa razón es necesario optar por estilos de vida más saludables, para contrarrestar los efectos de ciertos genes, como el Apo E-4, en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares.
Y es que además de presentar niveles de colesterol bajo, los universitarios triatletas, en comparación con los sedentarios, tienen mayor diversidad de lactobacilos, una variedad de probióticos a los que también se les atribuye cierta protección cardiovascular.
“Los estudiantes con actividad física mostraron más variedad de lactobacilos y por ende, mejor capacidad de protección. Ya hay dos razones para hacer ejercicio”, destacó la investigadora, quien obtuvo dicho resultado junto con investigadores de la Facultad de Estomatología, quienes se sumaron a esta fase del proyecto.
En el texto “¡Cómo chocan con su dieta y su ejercicio!”, publicado en Bichos, bichos y ¡salud para todos! (2016), su autora, Cedillo Ramírez, ya había explicado la importancia de la actividad física para la salud: “las personas que hacen ejercicio de manera constante –digamos unos 50 minutos, tres o cuatro veces por semana- tienen un sistema inmune fuerte y funcional”.
En dicho libro editado por la BUAP, la especialista sostiene que el ejercicio influye indirectamente en las bacterias que colonizan el intestino. “Cuando hacemos más ejercicio, gozamos de un microbioma más diverso, o sea, hay un mayor número de especies microbianas que hacen que seamos flacos aunque le entremos bien y bonito a los taquitos; aquellas que nos protegen y permanentemente están estimulando a nuestro sistema inmune”.