“Si sabemos que al morir nada nos llevaremos,
¿Por qué vivimos como si eso no fuera cierto?”.
Abel Pérez Rojas
Bien se dice que cuando muramos nada nos llevaremos. Pero pese a lo evidente de la afirmación actuamos y vivimos diariamente como si eso fuera una falsedad y nos empeñamos en actuar como si una pequeña porción de lo que tenemos nos pudiera acompañar en el más allá.
No sólo me refiero a las propiedades materiales, también hago alusión al afecto de las personas, a los lazos y relaciones que establecemos con quienes nos rodean y claro, a los títulos académicos y reconocimiento social, que en tales condiciones nada valen.
Por una serie de situaciones y experiencias personales todo eso que lo hacemos tan nuestro, que se termina convirtiendo en una carga, en un costal de preocupaciones que, cual Atlas de antaño, llevamos en los hombros como bestias de carga.
Seguramente tanto usted como yo hemos tenido la oportunidad de acompañar en los últimos días de vida a algún familiar y conocido, y estoy convencido de que me dará la razón en el sentido de que casi todos han estado angustiados o al menos preocupados por lo que le sucederá a sus seres queridos, a sus propiedades y a un buen de asuntos que dejan pendientes.
Muy pocos, al tomar conciencia de que se trata del último tramo de vida, se deshacen del equipaje que llevan a cuestas y se disponen a vivir lo que venga, con la convicción de que ya no hay vuelta de hoja.
Estoy convencido de que esta actitud es repetitiva debido a que es normal vivir apegados a las cosas y a las personas. Se debe a nuestro egoísmo y posesividad.
A esos últimos momentos, agregamos la carga de la angustia de lo que hasta ese momento nos perteneció –si es que algo nos perteneció-. Tenemos que salir del engaño sobre la permanencia de las material y de las relaciones, de tal manera que esto termina convirtiéndose en círculos viciosos que en sí conlleva procesos de desgaste y agotamiento.
Al final sólo queda un vacío que con nada se puede llenar.
Al respecto de lo que le vengo compartiendo hace poco me topé con un pensamiento del Dalai Lama que es oportuno en todo esto. Dice así:
“Nuestros problemas se deben a un apego apasionado a las cosas y al deseo que nunca se satisfacen por completo, entonces generan aún más angustia. Percibimos a las cosas como entidades permanentes. En el empeño de conseguir estos objetos de nuestro deseo, empleamos la agresión y la competencia como herramientas supuestamente eficaces, y nos destruimos cada vez más en el proceso.”
Cierto es que hay un gran valor y enseñanza de vivir diariamente como si fuera el último y si aunamos a ello que nada nos llevaremos, que nada nos pertenece si somos conscientes que nada nos llevaremos al sepulcro, entonces se abre la brecha en gran medida a la vida libre y a la felicidad.
Si empezamos hoy con un recuento de todo esto, veremos que la realidad cobra otra dimensión y que gran parte de nuestras cargas pierden su gravedad.
Hágalo y nos platica.
Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es doctor en Educación Permanente. Dirige: Sabersinfin.com.