Skip to main content

EXPLORACIÓN DE LA GRAN PIRÁMIDE EN LA ÉPOCA MEDIEVAL

Por Abraham Jovanny Arenas Corzas

En los albores del renacimiento los árabes en busca de sabiduría se preocuparon por obtener cuanto conocimiento encontraban  de los pueblos que conquistaron, sin embargo respetaron la cultura de los mismos.

Así es como en el en el siglo VII luego de apoderarse del Oriente Medio, buscaron el conocimiento milenario de la gran biblioteca de Alejandría pero no pudieron hallar nada ya que esta había sido arrasada mucho tiempo atrás pero encontraron una ciudad magnífica la cual los cautivó con su cultura, los árabes se quedaron con el botín de la conquista y convirtieron a la esclavitud a la mayoría de sus habitantes, no obstante preservaron los edificios, jardines y baños.

Pero la preocupación de los árabes no era tan sólo de riquezas sino también de tesoros de ciencia y sabiduría, por eso se preocuparon de buscar este conocimiento con los hombres más sabios que encontraban.

Los sultanes y califas en el afán de comprender este conocimiento contrataron traductores  de griego, sánscrito, y otras lenguas perdidas. De esta manera lograron un conocimiento de la ciencia griega, la cual procede directamente de la sabiduría egipcia, ya que varios de los sabios y filósofos griegos habían estudiado en Egipto como en el caso de tales de Mileto y Pitágoras, de ésta manera los árabes lograron conocer la obra de autores griegos tales como Galeno, Platón, Aristóteles Eulides etc.

Por medio de estos conocimientos los califas y sultanes lograron obtener gran poder y sabiduría. Según nos narra Emmanuel Berceló en su obra “Las pirámides de Egipto”, el califa Harun Al –Rashid llegó a pagar a peso de oro cada manuscrito que se le traducía, acaso por eso sus hazañas se celebraron en el libro “Noches arábigas”.

El hijo de Harun se llamó Abdulah Al-Mamún, quien fue descrito por Gibbon, escritor de la época; como de príncipe de singular sabiduría, que asistía a las asambleas y conferencias como un oyente atento, aunque hubiera podido convertirse en uno de los conferenciantes más cultos.

Subió al trono en el año de 813, continuando la tradición paterna decidió afirmar las bellas artes y buscar la sabiduría oculta.

Abdulah Al-Mamún, vivía en Bagdad, que era conocida entonces como Dar-al Salam, o “ la ciudad de la paz”, allí donde se disponía de fuentes que proporcionaban más de doce clases distintas de agua, algunas de las cuales servían para brindar virilidad a los viejos y para sanar muchos males como los renales, digestivos y hepáticos.

La búsqueda de conocimiento de Al-Mamun lo llevo a hacer la primera traducción del “Almagesto” libro escrito por Claudius Ptolomaeus quien vivió del 85 al 165 D.C y fue el último astrónomo importante de la antigüedad.

Ptolomaeus compiló una serie de 13 volúmenes sobre astronomía (Almagesto) que fue la mayor fuente de conocimiento astronómico en la Grecia Antigua. Su contribución más importante fue la representación geométrica de un sistema solar egocéntrico, con círculos y epiciclos, que permitía calcular con gran precisión la posición de los planetas, fue utilizado hasta el siglo XVI.

El joven hijo de Harun, Abdullah Al Mamún decidió organizar un equipo de espías quien le informaron que en la Gran Pirámide se hallaban  ocultos tesoros asombrosos, como armas que jamás se oxidan y piezas de cristal que pueden doblarse sin que se rompan.

Al Mamún decidió él mismo ir a Egipto y explorar la Gran Pirámide.

Peter Tomkins nos narra la experiencias del el joven califa Al Mamún en Egipto.

Al Mamun reunió en el año de 820 un gran conjunto de ingenieros, arquitectos y lapidarios para tratar de encontrar una entrada a la pirámide, el equipo de Al Mamún estuvo tratando de hallar alguna entrada o puerta falsa pero no hallaron nada.

Al Mamún decidió horadar la roca directamente, los hombres de Al Mamún perforaron en una longitud superior a los treinta metros, al ver Al Mamúm que no encontraban nada decidió alterar la dirección de la oradación, entonces los trabajadores encontraron un pasaje de 1.07 metros de ancho por 1.20 de alto que tenía una pendiente de 260 ,Avanzando a gatas a lo largo del pasaje, los árabes descubrieron la entrada secreta original a unos 27 metros al norte. Estaba situada a unos 15 metros de altura sobre la base de la Pirámide, 10 hiladas más arriba de lo que sospechara Al Mamún, y a menos de unos siete metros al este del eje principal de la cara septentrional de la pirámide.

Volviendo sobre sus pasos, Al Mamún fue bajando a tientas con sus hombres por la resbaladiza pendiente del pasaje descendente, excavando en la masa rocosa de la planicie. Decepcionados solo encontraron al extremo la cámara o “foso” toscamente excavado y de piso desigual, donde no había más que desechos y polvo. Al otro extremo se abría un pasaje horizontal más angosto todavía por unos quince metros de largo que terminaba en un muro cerrado; en el piso parecía haber sido excavado un pozo hasta una profundidad de nueve metros, que no llevaba a ninguna parte.

Al ver señales de humo de antorchas en el techo, los árabes dedujeron que el “Foso” había sido visitado en la época clásica y que si había contenido algo de interés, hacía mucho tiempo que había desaparecido.Lo que ahora les intrigaba, era la gran piedra prismática caída del techo del pasaje descendente. Sin duda alguna había cubierto el extremo de una gran obstrucción rectangular de granito rojo y negro, que obstruía completamente lo que parecía ser otro pasaje que subía por el interior de la pirámide.

Los árabes trataron de despedazar o destaponar la obstrucción pero era muy compacta, cundo habían excavado más de dos metros más allá de la primera obstrucción de granito apareció  otra, de igual dureza y tan compacta como la primera. No nos consta cuántos taponamientos de este tipo encontraron los árabes, quizá tuvieron que despejar una veintena o más para abrirse camino por un estrecho pasaje ascendente, Al Mamún y sus hombres tuvieron que ir subiendo penosamente un oscuro y resbaladizo corredor de más de 46 metros, también de pendiente de  26 0.

Frente a ellos se abría otro bajo pasaje horizontal, no más alto del que habían atravesado con tantos trabajos.

Avanzando palmo a palmo hasta el extremo de este pasaje, llegaron a una habitación rectangular  de piedra caliza, piso desigual y techo de caballete de dos pendientes, la “Cámara de la Reina”.

El lugar disponía de un techo en forma de caballete de dos inclinaciones, muy similar al que ellos utilizaban para enterrar los cadáveres de las mujeres (el cadáver de los hombres se sepultaba en una cámara de techos horizontales). Por este motivo le dieron el nombre de “Cámara de la reina”.

Al volver sobre sus pasos hacia el bajo pasaje ascendente, a la luz de sus antorchas los árabes descubrieron un hueco tremendo y pavoroso.

Trepándose sobre los hombros de sus compañeros, y levantando sus teas, los árabes vieron que ahora estaban en el fondo de una gran galería estrecha, de unos 8 ½ metros de altura, que parecía subir con la misma inclinación pronunciada del pasaje ascendente.

Sosteniendo altas sus teas, los árabes procedieron a escalar, al cabo de un ascenso de 46 metros (la gran galería) se toparon con una enorme piedra, maciza y de una pieza, que se levantaba noventa centímetros del piso, subida la cual se encontraron sobre una plataforma de 1.80 x 2.40 metros en el extremo superior de la galería.

Más allá de la plataforma el piso seguía subiendo, pero el techo bajaba a solo 106 centímetros formando una especie de rastrillo de entrada a una pequeña antecámara.

Franqueando el rastrillo, los hombres de Al Mamún tuvieron de nuevo que avanzar agachados por un corto pasaje que conducía a otra cámara.

A la luz de las antorchas vieron que se trataba de una dependencia grande y de buenas proporciones (la cámara del rey). Sus paredes, piso y techo estaban formados por sillares de granito rojo magníficamente labrado y pulimentado, y sus junturas escuadras se ajustaban a la perfección: “era un apartamento verdaderamente noble, de 10 ½ metros de largo, 5.30 de ancho y 5.80 de alto”. Lo llamaron la “Cámara del rey” por lo horizontal de su techo.

Los hombres de Al Mamún buscaron frenéticamente pero, no había rastro alguno de tesoros, sino únicamente un gran “sarcófago” sin tapa de granito color chocolate oscuro finamente pulimentado.

Según cuenta la leyenda Al Mamún al darse cuenta que sus hombres se sentían furiosos al no haber encontrado tesoro alguno, decidió en la noche ocultar en la pirámide un cofre de monedas antiguas de oro equivalente a los sueldos que debía pagarles.

La Gran Pirámide quedó en paz cuatro siglos, posteriormente, una serie de terremotos demolió grandes extensiones del norte de Egipto, y los descendientes de los operarios de Al Mamún desfogaron su venganza contra la Pirámide exenta de tesoros despojándola de su precioso revestimiento de piedra caliza, para reconstruir su nueva capital, El Kaherah, que significa “La victoriosa”.

Durante varias generaciones fueron retirando en su totalidad las casi nueve hectáreas de revestimiento que cubrían la pirámide con una capa de 2 ½ metros de espesor lo que constituyó un verdadero crimen.

En torno a la pirámide desmantelada se acumularon grandes pilas de fragmentos pétreos y cascajo, tan elevadas que terminaron por cubrir la entrada que Al Mamún había abierto en su lado norte.

Pero para entonces ya nadie interesaba volver a entrar a la pirámide.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *