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DESDE LA DÉCADA DE LOS 50, INGENIEROS HAN TRATADO DISEÑAR UNA COMPUTADORA CAPAZ DE GANAR UNA PARTIDA DE AJEDREZ A UN CAMPEÓN DEL MUNDO

Por Redacción

¿Qué dirían si les contamos que hubo una partida de ajedrez que duró más de 50 años? Seguramente que estamos engañando de alguna forma al enunciarlo, y es cierto. Pero también es igualmente verídico que durante esa enorme cantidad de tiempo se desarrollaron múltiples partidas, la mayoría de ellas más que aburridas, con un único propósito: demostrar que una máquina podía pensar y, además, ganar a los humanos en un juego tan intelectual como es el ajedrez.

Comencemos por el principio de esta dilatada historia. A finales de la década de los 50, un informático llamado Arthur Samuel desarrolló un algoritmo bastante rudimentario que podía jugar a las damas. La lógica sería la misma que la empleada luego para vencer en el ajedrez: el sistema aprendía a partir de los movimientos del propio Samuel y comparaba sus movimientos con los de una base de datos con cientos de partidas anteriores.

Unos años más tarde, en 1985, comenzaría el siguiente capítulo de una historia que todavía continúa hoy: un joven llamado Feng-hsiung Hsu decidió dar el paso y comenzar a construir un modelo de ajedrez informatizado llamado “Chipset”. Fue un intento igualmente básico, con un funcionamiento muy pobre y que no era capaz de igualar ni de lejos a la inteligencia humana. Algo fallaba y no se sabía qué era, si una falta de computación, un mal algoritmo o la necesidad de más información para procesar.

O, quizás, una combinación de todo ello. Así lo entendieron en IBM, cuando en 1989 dio comienzo un proyecto -posteriormente denominado The Deep Blue Team- que se planteó un enorme reto: no sólo querían crear un modelo informático que jugara bien al ajedrez sino que éste debía ganar a los mejores jugadores humanos del mundo. Para ello construyeron un procesador pensado únicamente para evaluar hasta 200 millones de posiciones por segundo, el cual fue incorporado en el sistema Powerparallel SP de la marca azul, el más potente en aquella época.

Hoy en día su potencia puede parecernos ridícula, pero hemos de entender que estábamos en los anales de la informática moderna. En su última configuración, hablamos de un equipo con 30 microprocesadores de 120 Mhz, con otros 480 procesadores de esos que se diseñaron solo para jugar al ajedrez. De hecho, y aunque hoy en día muchos ordenadores domésticos superen esta potencia, en 1997 el Deep Blue estaba entre los 300 mejores supercomputadores del mundo, con una capacidad de cálculo total que superaba los 11.3 gigaflops.

El modelo de trabajo planteado por IBM para ganar la partida de su vida era, en el fondo, bastante sencillo. Como su propio nombre (deep, profundo en inglés), el sistema necesitaba tener la mayor cantidad de información posible para poder adentrarse en la profundidad de la partida; esto es, ver el mayor número de movimientos futuros posible para adelantarse a los de su rival. Normalmente, el sistema era capaz de predecir entre 5 y 10 movimientos, muy por debajo de lo que pueden llegar a hacer algunos jugadores de élite. Nada parecía que fuera a permitir a Deep Blue imponerse a un campeón del mundo de ajedrez. O eso creían muchos.

 

FUENTE: SINEMBARGO.MX

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