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LA BUAP, INSTITUCIÓN PIONERA EN EL COMPROMISO SOCIAL DE ALFABETIZAR

A través del Centro Universitario de Participación Social (CUPS), la BUAP extiende la acción universitaria al ámbito social, de manera particular en comunidades con alta marginación social del estado, desde donde contribuye a disminuir el rezago educativo mediante tres programas: alfabetización y trabajo comunitario, bibliotecas comunitarias y escuelas comunitarias y seguridad alimentaria. A la fecha, han sido beneficiados más de 5 mil habitantes que hoy saben leer y escribir.

Tetipanapa, Pizarro, Ciénega Larga, La Yerba, Ajolotla, Capulaquito, Rincón de Chila, Tapayula, Zoyatla y Mamiquetla…no son más nombres extraños, ni geografías distantes para los universitarios que como Román, Benjamín, Samantha, Rebeca y Xananine –estudiantes de preparatorias de la BUAP- formaron parte de los 93 alumnos que participaron en la Onceava Campaña de Alfabetización 2016, desarrollada en 48 comunidades de cinco municipios de las sierras Norte y Nororiental del estado, donde fueron certificados en lecto-escritura 613 personas.

De forma paralela, durante las nueves semanas de alfabetización, en la campaña 2016 los universitarios realizaron 69 talleres, con la participación de mil 532 niños de entre 3 y 16 años; así como 163 talleres comunitarios, encaminados a proponer alternativas al uso y aprovechamiento de cosechas de la región, en los cuales participaron 2 mil 572 personas. Asimismo, se llevaron a cabo ferias de lectura en las bibliotecas comunitarias de la zona, que incluyeron talleres, un curso de regularización para niños con bajos niveles de lectura y escritura, y cursos de inglés, con un total de 5 mil 085 personas beneficiadas.

«El mundo no sería mundo sin palabras»

La tarea del alfabetizador no es simple. Primero han de buscar, casa por casa, a quienes enseñarán a leer y escribir. Algunos dicen que sí, pero no van; otros no quieren, pero después de insistirles, acceden. Una casa particular, el centro de salud, la escuela, cualquier espacio puede cobijar el sonido, la grafía, que habrá de convertirse en la palabra generadora.

En un inicio, el proceso es también difícil para los educandos. Cinthya, una compañera de Benjamín, tenía un alumno que no asociaba correctamente los nombres de los colores. Xananine, a su vez, otro que no recordaba cuándo había nacido, el nombre de algunos colores o escribir su nombre.

Román comenta que hubo veces en que sentía que las clases no resultaban, que no daba el máximo. Pero, con el paso de los días, todos coinciden en que el proceso se fue facilitando y poco a poco se sintieron incluidos dentro de la comunidad.

“Tenía muy en mente lo que iba a hacer. Sin embargo, cada día surgen cosas nuevas, aprendes todo el tiempo, mucho, y eso te hace querer seguir adelante. Llegas y los niños te gritan ‘maestra’. Los primeros días te ven raro y después todos te saludan. Ya formas parte de ellos”, comenta Xananine.

En las noches, al regresar a la casa alfabetizadora, cada uno de los alfabetizadores narra su día en una asamblea. Noches de estrellas y de preparar el material para talleres con niños o las clases del día siguiente.

Xananine dice que la noche previa a la clausura es cosa de no dormir. Al siguiente día todos lloran en la clausura, donde se otorga un reconocimiento a las personas que concluyeron el curso. Aunque están convencidos de que al siguiente año se inscribirán de nuevo a la campaña, ellos saben que hay personas que tal vez no volverán a ver.

“Sabes que pueden olvidar todo lo que aprendieron, que te vas, pero todas las situaciones que están pasando se quedan con ellos”, comenta Samantha.

Ahora que han regresado a clases, Román, Benjamín, Samantha, Rebeca y Xananine, notan que esta experiencia los ha marcado. Samantha sigue firme en su intención de estudiar Psicología, pero ahora quiere enfocarse en enseñanza para niños; Xananine se ha convencido de que el analfabetismo, además de la carga sociocultural que implica, es también un fenómeno que puede ser abordado desde la economía; Rebecca, quien entró a tercer año de prepa en el área de humanidades para estudiar arte digital, no sabe qué camino tomar después de haber sido alfabetizadora.

En la clausura de los cursos de la Onceava Campaña de Alfabetización 2016, Román platicó unos minutos con don Tanis. El señor, de 89 años, le cuenta que va a extrañar mucho a su maestra, porque es la única que le tiene paciencia y le hace caso. Y es que, como dijera Carlos Fuentes, “La tierra existiría sin nosotros, porque es realidad física. El mundo no, porque es creación verbal. Y el mundo no sería mundo sin palabras”.

Ampliar los beneficios

Este año se pondrá en marcha el programa de Centros Comunitarios en las cuatro colonias del municipio de Puebla, donde se encuentran las Escuelas Comunitarias: Cerro del Marqués, Barranca Honda, segunda sección de San Miguel Canoa y Aquiles Serdán. Con ello se busca integrar a universitarios de licenciatura a favor del desarrollo de colonias de muy alta marginación, en el municipio de Puebla, y generar espacios de aprendizaje para jóvenes.

En las Escuelas Comunitarias: Aprendiendo para la Vida se promueve el desarrollo integral de niños sin escolarización. Este año se reestructuró el programa de trabajo y de la dinámica de las clases, a partir de un proceso colaborativo con la licenciatura en Procesos Educativos. Actualmente se trabajan en cuatro grupos con un total de 114 niños y jóvenes, en las cuatro colonias arriba citadas.

Durante la campaña se trabajó con las comunidades en diversos talleres, con el objetivo de proponer alternativas de uso y aprovechamiento de las cosechas de la región y brindar opciones productivas a los pobladores. En esta labor se integraron además el Instituto de Ciencias de la BUAP, que ofreció talleres sobre control de plagas con técnicas naturales; la Facultad de Ciencias Químicas, talleres de elaboración de productos de limpieza caseros; y la Facultad de Ingeniería con dos visitas a las comunidades para realizar estudios y proyectos sobre vías de comunicación, en conjunto con autoridades locales y municipales.

Así, la labor de alfabetizar va más allá. Es un programa integral que extiende sus beneficios. Un ejemplo es el proyecto de seguridad alimentaria, a través del cual se busca brindar una mejor alimentación a los niños que acuden a las escuelas comunitarias. En esa dirección, este año se cosecharon 10 kilogramos de vegetales y se realizaron 18 talleres de preparación de alimentos saludables, con la cosecha generada en los huertos. Además, se capacitó a 12 educadores sociales en cuanto al manejo de plagas, aplicación de insecticidas orgánicos, cultivo de lombricomposta y germinación.

Para ello, este año la BUAP realizó una inversión más significativa en el rubro de integración social, con lo cual refrenda su vocación y compromiso social.

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